sábado, 5 de enero de 2008

GR 48 Sendero Encinasola-Cumbres de San Bartolomé


El itinerario deja Encinasola por la calle de Cumbres y comienza su andadura entre grandes dehesas en cuyas tierras se cría ganado vacuno destinado a la producción cárnica. Este terreno de pendientes suaves ha facilitado el desarrollo de las tradicionales dehesas en las que alcornoques y encinas se abren paso junto al quejigo, especie menos numerosa y que sólo en ocasiones adorna este paisaje adehesado donde se cría el cerdo ibérico.

Después de un kilómetro de trayecto, tomamos un camino a la izquierda que en pronunciado descenso conduce hasta el Barranco del Caño, entorno dominado por los eucaliptos que habitan en las cercanías del arroyo. Tras dejar a la derecha la Peña de San Sixto, lugar en que el caminante será testigo de los dólmenes que datan del III milenio a. C., y rebasar el Barranco del Caño, un poco más adelante vuelve a cruzar las aguas del arroyo del Sillo. Allí conviven especies como el jabalí, el ciervo, el águila, el búho, la cigüeña o el azor.
La ruta prosigue y cruza la finca La Gallega. Entre encinares discurre hasta alcanzar el kilómetro seis de la carretera que una Encinasola con Cumbres de San Bartolomé.

Avanzamos por esa vía unos tres kilómetros y recorrida esa distancia nos desviamos tomando dirección sur por la finca Romanitos. En este punto se encuentran antiguas construcciones rurales.
Cumbres de San Bartolomé destaca por sus vistas tanto de su vecina Extremadura como a la Sierra de Aracena o Portugal. En este enclave y rodeado de alcornoques, se encuentra un mirador natural y privilegiado desde el que contemplar las mejores vistas, La Piedra Utrera. Además de las vistas, también se pueden apreciar animales en estado salvaje, como ciervos, jabalíes, águilas o zorros.
Una vez pasada la casa de La Gangosa se introduce en un camino árido y desarbolado donde el jaral se adueña por un momento del paisaje, unas vistas que de nuevo vuelven a cambiar a medida que nos acercamos al pueblo. Las encinas y alcornoque vuelven a ser dueños de los campos.


Después de cruzar un espacio con numerosas huertas hace su entrada en la localidad por la calle Real. Es en el trazado de ésta y de otras calles donde el caminante puede apreciar el aspecto antiguo que conserva la localidad, como si el tiempo se hubiese detenido para recrear la vista en unos detalles que no pasan desapercibidos.
(Texto de la Revista Entorno Natural)